Vida... Eso es exactamente de lo que se trata, de dar vida...
Hace tiempo que la situación en la que estamos poniendo al planeta me tiene de cabeza. Finalmente le encontré la vuelta: si somos nosotros los que estamos matando nuestro mundo, también somos nosotros los que podemos y tenemos la obligación de salvarlo. No se nada de botánica, y el recuerdo que tengo de mis proyectos al respecto, son "tristes"; nunca pude "dar vida".
Hace bastante me puse de corazón en el tema. Con la ayuda de internet y mi afan por saber, encontré un montón de información. Hoy tengo en curso la vida de una planta de frambuesa (que es una de mis debilidades) y almácigos con perejil, albahaca y bulbos de fresias y ornithogalum. No puedo explicar lo que sentí cuando vi aparecer las primeras hojas... solo puedo disfrutar del recuerdo de ese sentimiento indescriptible, creo que hasta lloré (en ese momento no estaba conciente de mi).
Nunca entendí cómo un ser humano puede terminar con una vida, propia o ajena, animal o vegetal. Cómo se puede lastimar la tierra... Es algo que espero no entender nunca, sino... ay de mi.
Aprovecho a presentar en sociedad a mi frambuesita...
Un especialista de la ciudad de Córdoba, dijo que el daño ambiental es reversible, solo tenemos que plantar tres árboles cada uno de nosotros. Me maravilla la actitud que tomaron Cadena 3 y funcionarios de la provincia de regalar árboles a la gente, durante todo este año. No recuerdo la cifra exactamente pero son muchos miles los que ya fueron entregados para ser plantados. También, admiro y respeto a la gente como la huerta orgánica Aromas, que hacen tanto por la tierra; gente que sabe tanto.
En cuanto a mí, esta experiencia que estoy haciendo desde mi humilde lugar, en un pedacito de la ciudad de Buenos Aires, la tomo como un entrenamiento para después seguir en Huerta Grande, sumando vida a la vida y amor a la tierra. Para curarle las heridas que gente sin alma le provoca con cada incendio; para que toda Córdoba recupere, en toda su magnificencia, la hermosura que impactó a los españoles que llegaron en el siglo XVI y que hizo que se enamoraran de ella.
Es un placer indescriptible hundir las manos en la tierra, sentir su frescura y hasta sentirla latir. Se puede palpar la vida. Dicen que hay que trabajarla con guantes, pero no... yo prefiero sentirla.
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