HUERTA GRANDE ... mi amor!!!

jueves, 29 de octubre de 2009

Una historia de Huerta

Ahora que empecé a hablar de la importancia fundamental que tiene el trabajar la tierra, hoy más que nunca, quiero hacer un homenaje muy especial.
En los veranos que pasamos en Huerta, mi mamá solía comprar la verdura que consumíamos, a una pareja de abuelos que vivían a pocas cuadras de nosotros, sobre la calle Cap. Mario Arruabarrena (para la gente de Huerta: a 100 metros aproximadamente del "Bar Huguito", Hostería en realidad)
Me atrapaba la presencia de esas "persona mayores"; me contagiaba el respeto que mi mamá sentía por ellos (yo podía sentirlo sin que ella me lo dijera). Me maravillaba ver a la abuela encorvada en la tierra, como saludándola en gratitud por los frutos que les prodigaba. Ambos trabajaban esta tierra fecunda; tenían las manos curtidas por la tierra y los años. Se los veía alegres, cargando todos esos años a cuestas, pero no cansados ni por las exigencias de la tierra ni por la edad. Hablaban despacio y casi murmurando, en un dialecto entre italiano y cordobés; el hombre caminaba sobre la tierra fresca con firmeza, siempre con una herramienta en las manos y una sonrisa en los labios. Se los notaba tan felices que les brillaban los ojos. Vivían en una casita humilde, con toda la majestuosidad de esa palabra, hoy tan devaluada.
Cuando me veo las manos llenas de arcilla, dando forma a una idea, me acuerdo de esas manos y me siento muy bien. De alguna manera, creo que es ese recuerdo que guardo en mi interior, lo que me llevó ahora finalmente a aprender a trabajar la tierra. Creo que ahora el círculo se cierra para mí.
Cuando volví a Huerta después de tantos años, me acordé de ellos y pensé en esa casita, cuando de pronto me dí cuenta que estaba parada frente a ella.
Obviamente ya no están los abuelos. La casa parece que no estuviera habitada; solo da cuenta de vida en ella, la ropa tendida en la soga. El pasto está verde y hermoso; invadió las terracitas que hicieron los abuelos para salvar el desnivel del suelo y poder sembrar. Hoy son manos jóvenes las que deambulan por esa casa porque hay juguetes diseminados por el terreno, pero la tierra ya no brinda sus frutos.
La tierra cómplice, encierra en sus entrañas el fruto del esfuerzo y trabajo de esas manos añosas. En definitiva, lo que la tierra guarda es el secreto de una vida buena.
Con su sola presencia formaron una parte de mi. Los llevo muy adentro, hoy mientras escribo esto puedo verlos saludándonos con ese cariño que tiene la gente con paz interior, los que son felices. Dicen que al final lo que cuenta de nuestra vida es si dejamos algo en el recuerdo de la gente o pasamos al olvido. Tal vez el mejor homenaje que les puedo hacer soy yo misma manteniéndolos vivos y siguiendo su ejemplo lo mejor que puedo.

lunes, 26 de octubre de 2009

Calentamiento global

Vida... Eso es exactamente de lo que se trata, de dar vida...
Hace tiempo que la situación en la que estamos poniendo al planeta me tiene de cabeza. Finalmente le encontré la vuelta: si somos nosotros los que estamos matando nuestro mundo, también somos nosotros los que podemos y tenemos la obligación de salvarlo. No se nada de botánica, y el recuerdo que tengo de mis proyectos al respecto, son "tristes"; nunca pude "dar vida".
Hace bastante me puse de corazón en el tema. Con la ayuda de internet y mi afan por saber, encontré un montón de información. Hoy tengo en curso la vida de una planta de frambuesa (que es una de mis debilidades) y almácigos con perejil, albahaca y bulbos de fresias y ornithogalum. No puedo explicar lo que sentí cuando vi aparecer las primeras hojas... solo puedo disfrutar del recuerdo de ese sentimiento indescriptible, creo que hasta lloré (en ese momento no estaba conciente de mi).
Nunca entendí cómo un ser humano puede terminar con una vida, propia o ajena, animal o vegetal. Cómo se puede lastimar la tierra... Es algo que espero no entender nunca, sino... ay de mi.
Aprovecho a presentar en sociedad a mi frambuesita...
Un especialista de la ciudad de Córdoba, dijo que el daño ambiental es reversible, solo tenemos que plantar tres árboles cada uno de nosotros. Me maravilla la actitud que tomaron Cadena 3 y funcionarios de la provincia de regalar árboles a la gente, durante todo este año. No recuerdo la cifra exactamente pero son muchos miles los que ya fueron entregados para ser plantados. También, admiro y respeto a la gente como la huerta orgánica Aromas, que hacen tanto por la tierra; gente que sabe tanto.

En cuanto a mí, esta experiencia que estoy haciendo desde mi humilde lugar, en un pedacito de la ciudad de Buenos Aires, la tomo como un entrenamiento para después seguir en Huerta Grande, sumando vida a la vida y amor a la tierra. Para curarle las heridas que gente sin alma le provoca con cada incendio; para que toda Córdoba recupere, en toda su magnificencia, la hermosura que impactó a los españoles que llegaron en el siglo XVI y que hizo que se enamoraran de ella.

Es un placer indescriptible hundir las manos en la tierra, sentir su frescura y hasta sentirla latir. Se puede palpar la vida. Dicen que hay que trabajarla con guantes, pero no... yo prefiero sentirla.